SE ATORMENTA UNA VECINA: FRANKENCHORBAS Y PEQUEÑAS MISS SUNSHINE.
Fue durante un rato de aburrimiento entre “Mates” e Historia o Educación Física y Filosofía, siendo yo una adolescente más de finales de los 90, cuando nuestros compañeros de clase nos sorprendieron con un curioso quiz.
A simple vista, aquello no parecía más que una especie de lista de la compra o listín telefónico. En realidad, era el resultado de un concurso que tenía como finalidad retratar a “la mujer ideal” basándose en los diferentes atributos de las chicas de clase. Esta fantasía, digna del jovencito doctor Frankenstein, se gestó a través de un riguroso sistema democrático de puesta en común en el que, por supuesto, nosotras no tuvimos ni voz ni voto.
La cosa consistía en crear (por suerte para nosotras, de manera figurada) una “frankenchorba” que fuese casi perfecta, ya que poseía lo mejor de cada una de las tías de clase. ¿Que “Susana” tenía el pecho enorme y bonito? Pues, figuradamente, se le cortaban los senos y se los ponían a esta chica ideal. Y, de esta manera, le iban dando forma como haría siglos atrás el mismísimo Miguel Ángel con un bloque de mármol. Le ponían los ojos de una, las muñecas de otra, el pelo de Fulanita, el culo de Menganita…
Algo que ni nos sorprendió ni nos pareció fuera de lugar, y que ya habíamos visto en alguna serie de televisión para adolescentes. Al final, los tíos de clase no hacían más que reproducir lo que consumíamos de manera reiterada en la tele, las revistas y cualquier medio de comunicación del momento. Aquello era, sencillamente, lo normal.
Las chicas, por aquel entonces, teníamos que aspirar a ser como la Pamela Anderson de la intro de Los vigilantes de la playa o, como mínimo, a ganarnos los favores de esa amiga de película que llegaba a tu vida en modo “personal shopper”. Ésa que, depilándote el entrecejo, quitándote el peto vaquero y cambiando tus gafas de culo de vaso por unas lentillas, te ayudaba a transformarte en el pibón que siempre debiste haber sido y que nadie, ni siquiera tú misma, supo ver.
De mí recuerdo que, a la monstrua, le pusieron mi personalidad y mis cejas (LOL). Lo de la personalidad me pareció bastante guay, oye, porque eso significaba que de tener que elegir a una de nosotras para irse de viaje, tener una conversación trascendental o presentarme a sus padres, el “premio” me lo llevaba yo de calle. Un cumplido que reafirmaba ese rol tan tóxico en el que muchas nos hemos movido orgullosas durante nuestra adolescencia y que sonaba tal que así: Tú no eres como las otras tías.
Ser “la tía del grupo” o ser “UNO más”, esa rara avis que volaba por encima del resto de las chicas, era un estatus que yo desde luego consideraba lo más de lo más. Pero qué equivocada estaba y cuánto tiempo tardé en descubrir lo que significa tener amigAS y ser UNA más.
Parece que todos esos estereotipos rancios han ido cayendo y ahora puedo pensar en mis preciosas cejas heteronormativas y soltar una carcajada.
Pero nada de eso. La cosificación, la hipersexualización, los estándares imposibles de belleza, movidos y removidos por los mismos que te dicen “love yourself” pero toma esta cremita anticelulítica que hace milagros, siguen estando muy presentes. Aunque ahora venga disfrazado de “date mimitos, mi reina”, el monstruo sigue siendo el mismo.
Hace poco más de una semana, la hija de una buenísima amiga mía me pidió que la acompañase mientras se cambiaba de pantalón (después de haberse chocolateado entera durante la merienda). No lo vi venir y se me partió el corazón cuando escuché, sin venir a cuento, un MIS PIERNAS SON FEAS. A lo que, inútilmente y con la guardia baja, solo supe responder que sus piernas eran perfectamente normales y que no tenían absolutamente nada de malo. Por la expresión que tenía su cara, me temo que mi argumento no consiguió convencerla.
Poco después, peinándose frente al espejo, me confesó que odia su pelo (que es rizado y maravilloso, la melena que yo siempre quise tener).
“Ya está. Se acabó”, pensé. Solo tiene 11 años y ya ha empezado, ha entrado en ese bucle inevitable y enfermizo en el que estamos todas metidas. Sí, los hombres también lo estáis. Pero, antes de que nadie diga nada, ya te lo digo yo: NO COMPARES, TÍO. No estamos en el mismo peldaño. Ni de coña.
Hace solo unos años, en un contexto diferente pero en una situación igualmente distendida, esta niña dijo en voz alta algo así como: “¡A que soy guapísima, mamá!” (si no era esta frase, pongamos otra por el estilo). Su madre, mi amiga, le reprendió el comentario y le habló de humildad, prudencia, y esas cosas.
Normalmente no me metería, por respeto y porque no soy quién para educar al hijo o a la hija de nadie, pero en este caso le dije a mi amiga que la dejase, que no había nada malo en “verse guapa”. Que ya vendría quien le bajase la autoestima y que, desgraciadamente, ese momento no tardaría mucho en llegar.
A veces, demasiadas, confundimos el amor propio con narcisismo, cuando esta autoestima es la única herramienta que puede ayudarnos a lidiar con todo el chorreo de mensajes contradictorios y envenenados sobre nuestro cuerpo, talla, cutis, vello…
Mi amiga, que es una mujer con mucha psicología y que sabía perfectamente de qué le estaba hablando, rectificó y vivimos un momento maravilloso entre las tres.
Desgraciadamente, el día que temíamos ya llegó para esta niña. A los 11 años. Esa terrible edad en la que ni se es demasiado pequeña ni se es demasiado mayor. Ahí debe ser donde se encuentra la frontera entre quererse a una misma sin juicios y empezar a mirarse a través de los ojos de los demás.
Desde mi adolescencia hasta hoy, hemos derribado (y también han caído por su propio peso) un montón de roles de género y viejos estereotipos, pero sabemos que aún nos queda un largo camino por recorrer y que este sistema capitalista y patriarcal en el que habitamos no nos lo va a poner nada fácil.
Así que este 8 de marzo saldré a la calle pensando en mi niña de melena rizada y en todas las Little Miss Sunshine que hay por el mundo. Confiando en un futuro mejor, más libre, y menos inquisidor para todas ellas.
Como cada año, en este link de descarga, te dejo un regalito ilustrado y mi pequeña aportación a la causa.
Y recuerda:
3 Comments
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Casi me haces llorar!!
Tu amiga con psicologia.
❤️❤️❤️
👏👏👏♥